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A 70 años de Constitución, un viaje en el tiempo a Alemania de 1949

Este jueves 23 de mayo se conmemora el 70 aniversario de la promulgación de la Ley Fundamental, la  Constitución de la República Federal de Alemania, vigente en la actualidad.

Foto de pixabay

¿Y qué es lo que se ha modificado desde 1949 hasta el día de hoy en el país? La respuesta es: casi todo. Más rápido de contestar es la pregunta: ¿Qué era similar? Al igual que hoy, había necesidad de viviendas, pero aún mucho más.

Alemania era un desierto de ruinas, en el que los aliados habían dirigido sus bombardeos en primera línea no hacia la regiones industriales, sino a las zonas residenciales. Al igual que hoy había refugiados, pero muchísimos más. Casi ocho millones de desplazados se dirigieron a Alemania Occidental y a menudo eran fuertemente hostilizados.

Al igual que hoy había nazis, pero muchísimos más. Según un sondeo de opinión de 1949, una mayoría de los alemanes estaba convencida por entonces de que el nacionalsocialismo había sido una cosa buena, aunque mal llevada a cabo.

El 37 por ciento de los encuestados en la zona estadounidense respondió en 1946 que «el exterminio de los judíos y los polacos, así como otras personas que no eran de raza aria, fue necesario para la seguridad de los alemanes».

El ciudadano que nacía en Alemania Occidental transcurría toda su vida en ese mismo Estado. Sin embargo, si se pudiera viajar desde el presente hasta la antigua República Federal de Alemania, probablemente se sufriría una conmoción. Al menos se desearía volver de allí lo antes posible.

Las calles estaban vacías. En total había alrededor de medio millón de automóviles en la nación europea, cuando actualmente son 47 millones, según puntualiza el experto en el rubro Ferdinad Dudenhöffer.

Las ciudades estaban pobladas de ruinas. En Colonia, la gran ciudad más fuertemente destruida, la situación era tan desoladora que se consideró en serio volver a construirla en otro lugar, más al norte. Eso tenía como ventaja que no había que remover primero todos los escombros.

Por entonces, el país era tan pobre como una nación actual del tercer mundo. De cada 1.000 nacidos vivos en 1946 morían casi 100, o sea en torno al diez por ciento. En 1947, visitantes estadounidenses se mostraron conmocionados por la imagen de niños demacrados con los vientres hinchados de hambre.

Al año siguiente, con la introducción del marco alemán, la peor miseria había pasado. Retrospectivamente, los escaparates colmados de repente constituyeron para muchos alemanes occidentales el verdadero acto fundacional de la república, incluso cuando fueran los menos los que podían permitirse acceder a esas mercancías.

Una buena alimentación era hasta tal punto una particularidad que en 1949 fue implementada deliberadamente por Konrad Adenauer para ponerse a la cabeza del nuevo Estado. El escenario de este golpe de mano fue su casa en Rhöndorf, en las inmediaciones de Bonn, en un caluroso domingo de agosto y una semana después de las primeras elecciones al Bundestag.

Lo que estaba en danza era qué político de la victoriosa Unión Demócrata Cristiana (CDU) se convertiría en el canciller. Porque Adenauer, de 73 años, contaba con una fuerte competencia. Y su estrategia fue no hablar, sino comer.

El político de la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) Franz Josef Strauss recordaría posteriormente: «Una impresión abrumadora para nosotros, los hambrientos habitantes de una gran ciudad, fue un buffet a expensas privadas de Adenauer de una copiosidad que nunca había experimentado antes ni tampoco después».


Berlín, 22 may (dpa)

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