Corría el domingo
26 de noviembre de 1038 cuando Conrado II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (990-1039), hizo un alto en Estrasburgo en un viaje de Borgoña a la localidad alemana de Goslar.
Conrado quería visitar al obispo de la ciudad, su tío Guillermo. El dignatario planeaba festejar la llegada del emperador y al mismo tiempo la del primer domingo de Adviento, la época en la que los cristianos se preparan para el nacimiento de Jesús.
Sin embargo, las cosas no salieron según lo previsto. «El emperador y su entorno no estaban de acuerdo», escribe el historiador Herwig Wolfram en su libro sobre el mandatario germano. Y este acontecimiento fue decisivo, porque desde entonces sabemos cuándo comenzar a celebrar el Adviento.
Si Conrado y Guillermo lo hubieran celebrado el 26 de noviembre, el número de domingos de Adviento habría ascendido a cinco, uno más que los que dispuso el Papa Gregorio el Grande más de 400 años antes; pero si bien la cifra de domingos estaba aclarada, lo que era motivo de discusión era cuándo debía empezar.
ENTRE EL 27 DE NOVIEMBRE Y EL 3 DE DICIEMBRE
Una semana después de llegar a Estrasburgo, Conrado II puso fin a la disputa. El 3 de diciembre celebró el primer domingo de Adviento junto con su esposa Gisela y varios obispos en el convento Limburg, cerca de Bad Dürkheim, en el oeste del actual territorio alemán. Asimismo, Conrado decidió que el primero de los cuatro domingos de Adviento debía caer entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre.
El convento, del que hoy solo quedan las ruinas, fue «escenario de una decisión muy relevante para la Iglesia latina», sostiene el párroco Mathias Köller, del Archivo Episcopal de la vecina Espira.
Si bien ni Conrado ni su mujer eran expertos en temas teológicos, el emperador cumplió así con su deber «de brindar claridad en cuestiones de disciplina y orden público», señala el historiador Wolfram.
Para el experto Jürgen Keddigkeit, director del proyecto del diccionario de conventos del Palatinado, la reglamentación del Adviento es un asunto interesante «porque no fue la Iglesia, sino el emperador quien tomó la decisión». Algo en lo que no coincide el sacerdote Köller. «Fueron los obispos los que decidieron, muy influidos por Conrado II». Sea quien fuere, la decisión repercute hasta nuestros días.
Bad Dürkheim (Alemania), 1 dic (dpa)
