jueves, marzo 28, 2024
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Las plataformas como Netflix están cambiando la Berlinale

Netflix ha entrado con fuerza en el mercado del cine convencional, algo que también comienza a sentirse en el Festival de Cine de Berlín, que se celebra del 7 al 17 de febrero.

Foto pixabay

«Roma», producción de este servicio de streaming, ha acumulado diez nominaciones al Oscar, muchos elogios de la crítica y un gran estreno ante la industria cinematográfica internacional.

El festival de Cannes vetó el verano pasado todas las producciones de Netflix, y solo permitió la proyección de películas de cine. Entonces «Roma» consiguió el León de Oro en Venecia. Ahora, esta película en blanco y negro sobre una trabajadora doméstica mexicana tiene la oportunidad de ganar varios Oscar. Se trata de un punto de inflexión.

La Berlinale también se enfrenta al creciente peso de Netflix, de Amazon Prime y de otros proveedores de streaming. Dos producciones -entre ellas «Elisa y Marcela», de Netflix, en competición- participarán en Berlín.

El director del festival, Dieter Kosslick, hace hincapié en la posición del certamen: «Primero debemos dejar claro que como festival de cine somos responsables de películas de cine».

Con un presupuesto de producción estimado entre 13.000 y 15.000 millones de dólares estadounidenses para 2018, Netflix gasta ahora más en contenido que cualquier otro estudio de Hollywood.

Esta plataforma produjo alrededor de 80 películas el año pasado, casi el doble que Warner Brothers, la mayor de las «Majors». Netflix no solo atrae dinero, sino también talento, como muestra el ejemplo del director de «Roma» y ganador del Oscar Alfonso Cuarón, también director de las multipremiadas «Gravity» y «El laberinto del fauno».

Kosslick también siente esta atracción en la sede del festival en Potsdamer Platz. ¿Debates sobre películas controvertidas en la Berlinale? No, dice, este año espera sobre todo una discusión sobre el tema de los servicios de streaming frente al cine.

«Es la gran lucha por el mercado mundial audiovisual y de la imagen». La Berlinale tiene en cuenta desde hace tiempo los cambios en las costumbres de los espectadores: desde hace algunos años se celebran jornadas en las que se presentan las novedades de las producciones alemanas.

«Babylon Berlin», por ejemplo, demuestra el poder económico de la producción de series. Esta serie, que trata sobre los años veinte del siglo XX, comenzó primero en la plataforma de pago Sky, antes de que pudiera verse en la cadena pública ARD. Sky se había asegurado como coproductor la ventaja de estrenarla antes.

Los servicios de streaming son para la televisión y la industria cinematográfica lo que plataformas como Uber son para los taxis y Airbnb para los hoteles: desafían un modelo de negocio que ha funcionado más o menos durante décadas.

Desde la llegada de la televisión, el cine ha perdido el monopolio de la imagen en movimiento. Con los vídeos bajo demanda y los servicios de suscripción, que cuestan poco más que una entrada de cine al mes, entran en en el mercado jugadores poderosos que actúan de acuerdo a nuevas reglas. La revista británica «The Economist» ya habla de «Netflixonomics».

Ya sea en televisión, ordenador portátil o tableta, con Internet los límites entre los dispositivos desaparecen, las imágenes están disponibles en todas partes. Las series se vuelven cada vez más importantes eEn la lucha por atraer la atención y el tiempo del público. Las plataformas conocen exactamente los hábitos de visualización de sus abonados y ajustan sus ofertas a ellos.

Mientras tanto, los festivales siguen intentando proteger el cine con sus reglamentos. Según Kosslick, la competición en la Berlinale debería incluir películas «que vayan a ser proyectadas en los cines».

Antes de que se estrenara en Netflix, «Roma» se proyectó por primera vez en salas de cine seleccionadas. Por su parte, los críticos advierten que los servicios de streaming abusan de los festivales como plataformas publicitarias para su oferta.

Por ello, Kosslick también ve la necesidad urgente de entablar conversaciones. En última instancia, se trata de «si el cine puede sobrevivir y si los estudios pueden sobrevivir».#

Berlín, 4 feb (dpa) 

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