Profesor de diseño fabrica muebles a partir de chatarra en Alemania 

¿El auto no va más? ¿Su próximo destino es el chatarrero? Hay alternativas para darle un nuevo uso, aunque sin movilidad: se puede reconvertir en mobiliario para la vivienda. Para Paolo Tumminelli, profesor de diseño en la Universidad Tecnológica de Colonia, Alemania, hay diversos motivos que justifican introducir al auto viejo en la casa. «Es una cuestión de estilo y gusto personal. Pero también de cultura. Hacer trascender al auto descartado en una nueva función pone en evidencia que para algunas personas es un objeto que le significa mucho», dice Tumminelli.

Los muebles realizados con partes del automóvil pueden ser un buen regalo para un fan de los autos. Y no hace falta necesariamente un profesional para producir la transformación funcional. Pero hay que atender a algunas cosas si se encara la labor de forma personal.

«Las piezas a utilizar deberían ser siempre originales, para mantener el encanto de la autenticidad», señala el experto. Los mejores diseños surgen de modelos icónicos, por ejemplo de los grandes autos estadounidenses de los 60 con sus alerones laterales de cola, o bien del pequeño Fiat 500, el Mini Cooper o el escarabajo de Volkswagen. «El diseño simpático de los autos populares de los años 50 y 60 tiene además la ventaja de tener un tamaño compatible con muchas viviendas, al menos diseccionándolo en partes.» Los decorados de metal y cromados de esos tiempos son apreciados.

En Alemania surgieron en los últimos años diversos fabricantes de muebles hechos con partes de autos. Michael Goermann se dedica a ello desde 2013. «Después de una restauración de un Citroën DS me sobraban dos guardabarros y un capó. No quería venderlos, así que los reconvertí en un sofá», dice Goermann. Trabaja tanto siguiendo su propia iniciativa creativa como por encargo de clientes. Convierte cigüeñales en pies de lámpara, bocas de ventilación de modelos deportivos en carcazas de relojes de mesa, puertas de aviones en marcos de pinturas con un compartimento secreto detrás de la obra de arte, alas enteras en mesas de conferencia.

«Los clientes aman lo especial, les gusta ver objetos conocidos bajo una nueva luz, como punto de atracción dentro de su vivienda, en la oficina o en el consultorio», señala Goermann. No sólo vende, sino que también alquila sus objetos reciclados para fiestas, ferias y otros eventos. Lo más solicitado son lámparas y mesas. Siempre se trata de modelos únicos, pulidos o laqueados según el color de preferencia. También trabaja con piezas suministradas por los mismos clientes, que quieren conservar de alguna manera el recuerdo del auto que los transportó por largos años. A veces se trata de «reanimar» así un auto destruido en un accidente.

Martin Schlund, de las inmediaciones de Friburgo, es otro productor alemán de muebles de raíz automotriz. Se entusiasmó por la actividad después de ver en los años 80 cómo se reconvertía a un Cadillac en sofá. Años después hizo su propio sofá con bar incluido a partir de un Trabi 601, el modelo icónico de la disuelta Alemania Oriental. Desde hace doce años diseña y construye sacacorchos, mesas de luz, camas, escritorios y mostradores utilizando autopartes.

Como las piezas suelen carecer de estabilidad una vez desprendidas del automóvil, las complementa con partes de madera o metal. Los modelos preferidos por Schlund para su tarea son Volkswagen, Minis o Mercedes de los años 60 a 80, para los que sus dueños piden un nuevo destino porque sienten una especial afinidad con el auto. «Frecuentemente asocian al auto con alguna experiencia especial como las primeras vacaciones o el primer beso.»

La labor de reconversión puede tomar entre dos y tres semanas. Los muebles de autopartes son en general más caros que los convencionales. Un aparador hecho con la parte trasera de un Trabi puede costar unos 2.000 euros, una cama realizada con un viejo Mercedes puede llegar a cotizar en alrededor de 6.000 euros. Claro que existen también las imitaciones de materiales sintéticos, que son más baratas, pero no tienen el encanto del recuerdo del rodar por calles y rutas.

Por Fabian Hober (dpa) /